
"Chile: un viaje desde el silencio a la conciencia"
Durante décadas, los hongos psilocibios en Chile fueron un secreto entre cuevas, bosques y círculos reducidos. Aunque el país cuenta con un ecosistema rico en especies nativas del género Psilocybe, como Psilocybe chilensis y otras que crecen en la zona centro-sur, su presencia fue ignorada por la ciencia local y temida por las políticas públicas.
Pero en la sombra de esa represión, germinaba algo más profundo: una semilla de búsqueda, una sed espiritual y terapéutica. A principios de los años 2000, en paralelo al auge del interés internacional por los psicodélicos como herramientas para la salud mental, comenzaron a surgir en Chile pequeños grupos de cultivadores, terapeutas autodidactas, y buscadores conscientes que veían en los hongos una medicina olvidada.
No era moda. Era necesidad.
Personas con ansiedad, depresión resistente, adicciones o duelos comenzaron a experimentar microdosis, sesiones privadas, y ceremonias contenidas por terapeutas que, aunque fuera del sistema formal, aplicaban ética, cuidado e intención.
En esos mismos años, estudiantes de biología y micología de universidades públicas comenzaron a estudiar el micelio no solo como organismo, sino como red simbiótica de conexión entre cuerpos y mentes. Así nacieron colectivos como Micelios del Sur, Fundación Medicina Micelial y grupos de estudio que vinculan ciencia, cultura y activismo.
En paralelo, Chile también aportó con voces potentes desde el arte y la divulgación. Documentales, libros y contenido en redes sociales comenzaron a romper el estigma. Mujeres investigadoras, terapeutas, artistas y comunicadoras —muchas de ellas sobrevivientes de trauma— abrieron camino al hablar en voz alta de lo que antes solo se susurraba: que los hongos podían sanar.
Mientras tanto, universidades en Brasil, México y Argentina abrían líneas de estudio formales. Chile, aún limitado por sus leyes, se sumaba desde los márgenes, pero con fuerza. Se empezaron a diseñar protocolos éticos de acompañamiento, se organizaron congresos híbridos y se conectó la sabiduría mapuche y andina con las nuevas ciencias cognitivas. El país empezó a figurar como un lugar de cultivo consciente, con prácticas sustentables y una visión integradora de la medicina y la espiritualidad.
Hoy, en 2025, la conversación en Chile ha cambiado. Aunque la psilocibina sigue sin estar legalizada, existe una cultura emergente del uso responsable, con guías de seguridad, espacios de contención, y terapeutas que trabajan en la intersección entre psicología, neurociencia y tradición.
Chile no lidera la industria psicodélica por volumen ni por legislación, pero lidera en algo más difícil: en ética, en integración, en la construcción de una comunidad consciente que busca sanar sin repetir los errores del extractivismo ni del cientificismo ciego. Desde el sur del mundo, hemos enseñado que otra forma de relacionarse con los hongos es posible: una que honra la tierra, el proceso, la memoria y el dolor.
Y así, desde este rincón cordillerano, húmedo y silente, Chile empieza a ofrecer al mundo lo que siempre tuvo: hongos, conciencia y una forma profunda de mirar hacia adentro.
Revisa el manual de cultivo.
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